El mundo y las sociedades actuales están configurados a la medida de las personas «neurotípicas». Desde las relaciones sociales hasta la construcción de las ciudades, el ser humano evoluciona sin tener en cuenta a esas minorías que difieren de la ruta marcada por el acelerado ritmo del siglo XXI.
Es por ello que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas se ha comprometido a que nadie se quede atrás, para lo cual es necesario tener en cuenta «a las personas con discapacidad: 1.000 millones de personas en el mundo y 100 millones en la UE».
«Neurotípico» es el término con el que las personas autistas denominan a las personas fuera del espectro autista. Y es que las personas autistas forman parte del colectivo de personas con diversidad funcional de aspecto intelectual, que cuenta con casi 300.000 personas en España —alrededor del 1% de la población—, según datos de la ONG Plena Inclusión.
De acuerdo con la definición ofrecida por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), las personas dentro de este colectivo no tienen la capacidad de aprender a niveles esperados y funcionar normalmente en la vida cotidiana. Por ello, muchas de las personas con diversidad funcional necesitan una educación especial ceñida a su situación.
España cuenta con 476 centros de Educación Especial equipados para atender a alumnos con todo tipo de capacidades, que pueden contar con psicopedagogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y enfermeros. Según la normativa educativa, los alumnos solo podrán estar escolarizados en estos centros hasta los 21 años.
Posteriormente, podrán entrar en un centro ocupacional o en un centro de día, dependiendo del grado de dependencia de la persona.
Los Centros de Educación Especial
Los docentes de los Centros de Educación Especial, según lo que explica la jefa de estudios de uno de estos colegios, situado en la comarca de la Ribera Alta, deben tener unas rutinas de trabajo muy marcadas. «Debemos anticiparnos siempre a las situaciones que puedan ocurrir a lo largo del día para dar la mejor respuesta», explica.
Este tipo de centros cuentan con una media de entre seis y nueve alumnos por aula: viene determinado por el ratio alumnos-profesores que indica Conselleria. Una vez hecho el cálculo de los recursos, se establece la dotación de las aulas: hay aulas en las que a lo mejor hay dos niños, porque necesitan atención más individualizada, y aulas en las que, por ejemplo, hay diez alumnos. «Depende de las necesidades de accesibilidad que presenten los alumnos», añade.
Respecto al plan de estudios, aclara: «Se hace una adaptación individualizada a cada uno de los niños a partir de la evaluación inicial». Así pues, es el plan de estudios el que se adapta a las necesidades de cada niño, que tiene un programa de aprendizaje personalizado.
"Cada niño tiene un programa de aprendizaje personalizado"
Los edificios en los que se ubican los colegios están adaptados a las condiciones físicas de estas personas. «Cuando llega cualquier alumno, se le hace una evaluación inicial en la que se valoran sus posibilidades de accesibilidad. Todo lo que suponga una barrera de acceso, se tienen que poner los medios para subsanarlo», comparte la jefa de estudios del centro. Así pues, todos los rótulos cuentan con una transcripción al braille y se intenta que los niños con dificultades motoras atiendan a clase en las aulas de la planta baja.
No solo eso: a nivel tecnológico, muchos centros están empezando a implementar el uso de tabletas y de pizarras digitales, que facilitan la comunicación con los alumnos y el proceso educativo.
Ana, exdirectora de un Centro de Educación Especial y profesora por más de 40 años, comparte algunos de los avances que ha habido en el centro durante sus años de docencia. «Al principio, los autobuses no estaban adaptados y éramos los docentes los que teníamos que ayudar a los niños a subir. El edificio tampoco tenía ascensor». Ahora, incluso los baños están adaptados: hay diferentes tamaños de WC, tanto en anchura como en altura.
Sin embargo, todavía se pueden implementar muchas más medidas para asegurar la accesibilidad del alumnado, sobre todo a nivel de infraestructuras. «Por ejemplo, puertas automáticas, lavabos con sensor o un comunicador verbal para indicar el nombre de las aulas», comparte la jefa de estudios.
Los centros ocupacionales
Según se explica en la página web de la Generalitat Valenciana, los centros educacionales son centros dirigidos a proporcionar a personas con discapacidad ocupación terapéutica para su ajuste personal, técnicas profesionales para su integración laboral y actividades convivenciales para su integración social.
Facundo trabaja como monitor ocupacional en un centro desde hace más de 40 años. Como en los centros ocupacionales no hay edad de jubilación, cuenta que, en algunos casos, él ha envejecido junto a los usuarios del centro. Por ejemplo, la mujer más mayor tiene 75 años y entró cuando tenía 30. «Cuando salen del centro de educación especial, derivan a la mayoría a este tipo de centros», explica. Por ello, los alumnos más jóvenes rondan los 18 años.
Dado que la función de los centros ocupacionales es integrar a las personas con diversidad funcional en un ambiente laboral normal, muchos cuentan con acuerdos para algunas empresas: las personas más hábiles trabajan montando diferentes tipos de mecanismos durante los talleres. Los talleres suelen ser pequeños: de seis, siete u ocho usuarios como mucho. Para las personas que tienen las capacidades más limitadas, se organizan talleres de manualidades.
"Hay proyectos de reforma y de remodelación del centro, pero no hay dinero"
«Todo se factura: tanto las manualidades como los trabajos que hacemos para las empresas». Las manualidades se venden en los mercadillos de las ferias y las empresas cobran por el trabajo realizado en los centros. «El dinero se reparte dependiendo de las capacidades de cada persona y del trabajo que hayan hecho. Es una gratificación que reciben», añade.
Además de estas actividades, los centros ocupacionales cuentan con numerosos talleres de aprendizaje: deporte (como senderismo o básquet), habilidades sociales o hábitos de autonomía (vestirse, ducharse, lavarse los dientes…). También se les enseña el valor del dinero mediante excursiones a supermercados para que sepan realizar la compra diaria. «Lo más importante es que no pierdan lo que han adquirido», continúa.
Sin embargo, arguye que el centro apenas ha cambiado en sus 40 años de profesión. «Hay proyectos de reforma y remodelación del centro, pero no hay dinero. Teníamos un proyecto para remodelar el centro, pero se quedó estancado».
El miedo al discapacitado
Uno de los mayores problemas a los que deben enfrentarse los centros ocupacionales y, sobre todo, las personas con diversidad funcional, es la escasez de oportunidades para la inserción laboral.
"Hay gente muy válida que podría estar perfectamente trabajando en una cadena de producción"
En 2020, según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de empleo para las personas con discapacidad fue del 26.7%, aunque supuso un aumento del 0.8% respecto a 2019. No solo eso: el 89.6% de los ocupados eran asalariados y, de estos, el 75% tenía contrato indefinido.
Facundo describe que, en los 40 años que lleva trabajando en el centro, solo han conseguido integrar a una persona. «Es el miedo al discapacitado: hay gente muy válida que podría estar perfectamente trabajando en una cadena de producción». Tristemente, para que la situación cambie, lo primero que debe cambiar es la mentalidad de las empresas, y se debe favorecer este cambio a través de ayudas económicas.
Al fin y al cabo, de acuerdo con el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), «la integración social de las personas con discapacidad es un derecho constitucional» y, como tal, «la incorporación al mercado laboral [..] es un factor destacado para conseguir su plena integración».
EL DERECHO A LA SEXUALIDAD
Según comparte Facundo, monitor ocupacional, con la Revista Ágora, en los centros hay muchos conflictos conductuales de los usuarios como consecuencia de la represión sexual que sufren. «Con la gente joven que está entrando ahora en el centro, la cosa es un poco diferente; pero con los que teníamos antes, era imposible que los padres consintiesen una relación». Añade que están iniciando una campaña de concienciación para los padres de los nuevos usuarios. «Es necesario hacerles ver que tienen derecho a una vida sexual tanto como los demás».
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