¿Qué se esconde tras el enigmático velo del cine de autor? En la Ciudad de la Luz, el crisol de amor y cultura llamado París, germinó el concepto que intenta arrojar luz sobre aquellos cineastas intrépidos, los autores, quienes no solo dan vida a sus obras tras las cámaras, sino que también escriben su destino en cada fotograma. En este universo, la fuerza creativa se concentra en una única figura, una mente inquieta que desafía los límites del arte cinematográfico.
François Truffaut, uno de los padres fundadores de esta corriente, elevó la bandera del cine de autor al afirmar que la verdadera esencia radica en el reconocimiento de un estilo personal, una impronta única que deja el director en su obra. Argumentaba que el cineasta, como auténtico autor, debía teñir cada película con elecciones estilísticas, narrativas y temáticas que reflejaran su perspectiva singular del mundo.
Sin embargo, pese a la aparente simplicidad de esta premisa, la realidad desentraña complejidades. Pocos son los elegidos capaces de plasmar de manera tan íntima su visión en la pantalla. Orson Welles, con su aguda percepción, sentenció que hacer una buena película requería de una cámara que fuera como un ojo en el corazón de un poeta. Una tarea titánica que pocos logran abrazar con éxito.
Es un acto de pura admiración, sumergirse en las filmografías que destilan una madurez única, una evolución que revela la vocación innata del creador. Aquel que, consciente de su capacidad, golpea la mesa para demostrar no solo que tiene algo que decir, sino que merece ser escuchado. En este escenario resplandecen los Javis, seudónimo de Javier Ambrossi y Javier Calvo, dos titanes que han esculpido su espacio en el firmamento audiovisual español.
No resulta exagerado afirmar que los Javis encarnan la maduración artística en su máxima expresión. En su obra, se adivina el trazo firme de quienes no solo nacieron para contar historias, sino para trascenderlas, para ser voces resonantes en un universo saturado de murmullos, iluminando un camino que pocos se atreven a recorrer con la misma maestría y pasión.
Así lo demuestra su última obra, producida por Movistar Plus, ‘La Mesías’. Esta monumental miniserie desentraña las complejidades del tejido humano, explorando esferas tan profundas como la religión y el fanatismo. Un tapiz narrativo que desafía los límites de la pantalla para sumergirse en las entrañas de la condición humana.
En el epicentro de esta trama se encuentra Enric, un hombre cuyo pasado se erige como un fantasma, atormentándolo con recuerdos de una infancia forjada en el crisol de un entorno religioso fundamentalista, guiado por una madre con delirios mesiánicos. El destino de Enric se ve sacudido cuando un vídeo viral, protagonizado por un grupo de música pop cristiana compuesto por cinco hermanas, irrumpe en su existencia. Este acontecimiento desencadena una confrontación ineludible con los espectros de su pasado y lo obliga a encarar una realidad recién desvelada.
Elenco coral encabezado por Roger Casamajor (Enric), Macarena García (Irene) y Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi en el papel de Montserrat Baró la serie se erige como un encuentro de talentos. Todos ellos inmensos, la evolución de la madre, figura central de la serie, demuestra cómo cada actriz tejía su propio hilo narrativo, construyendo sobre el trabajo de quien la precedió, otorgándole así una continuidad fascinante.
Los Javis, maestros artífices de narrativas que entrelazan magistralmente el humor, el drama y el suspense, dan vida a esta epopeya contemporánea. Su destreza creativa resuena en cada fotograma, elevando la serie a la categoría de una experiencia catártica donde las emociones fluyen como un río turbulento, confirmando así que una serie de televisión puede ser y es CINE.
A lo largo de los siete episodios de esta serie, no hay espacio para lo superfluo, ninguna escena se desperdicia. Calvo y Ambrossi, con destreza, esquivan los giros previsibles en el guion, construyendo tensión y emoción a través de los vaivenes de los protagonistas, los hermanos, y su compleja relación con la matriarca.
Más allá de las destacadas interpretaciones y el guion meticulosamente elaborado, la magnífica dirección de fotografía de Gris Jordana, el asombroso diseño de vestuario, decorados, arte e iluminación se convierten en aliados de una narrativa tratada con minuciosidad y cariño. Ya sea en un plano secuencia dentro de una casa abandonada, escenario de una fiesta clandestina, o en el bullicio del salón familiar plagado de invitados mientras Montserrat recita las palabras divinas, o incluso en el baile de Enric en el sótano de la casa familiar, y las lágrimas de las niñas por la varicela, cada imagen cuenta su propia historia. Estas escenas se convierten en instantes imborrables que se graban en la memoria colectiva.
La figura de la madre
Pero ¿qué se oculta más allá de los acordes cristianos y los tormentos que resuenan desde el pasado? Religión, familia, fanatismo y la siempre presente figura materna se entrelazan en la trama, como hilos invisibles que tejen una profunda reflexión sobre la condición humana. Al final, es el vínculo entre Enric y su madre lo que actúa como el núcleo central de la narrativa, desplegándose como un intrincado complejo de Edipo. En esta danza psicológica, el niño se ve arrastrado hacia la figura materna, tejida con celos y hostilidad hacia el padre ausente.
Montserrat, la madre de Enric, emerge como un ser con delirios mesiánicos, una mujer que ha esculpido la infancia de Enric en un entorno de violencia y represión, utilizando la religión como un látigo para moldear su existencia. Enric, a su vez, ha forjado una relación de dependencia y sumisión con su madre, encontrándose incapaz de tomar decisiones autónomas, atrapado en la maraña de la voluntad materna, incluso cuando esta lo conduce hacia abismos peligrosos.
Tal y como la propia Montserrat le dice en el episodio seis:
“¿Eres feliz en el mundo? ¿Es tu mundo mejor? ¿O te pasas cada noche intentando con todas tus fuerzas recordar la cara de tu madre?”
La relación madre-hijo se transforma en un terreno de represión, donde Enric ha sepultado sus emociones, amor y odio, bajo las capas de su psique. Esta represión, como un río subterráneo, se manifiesta en la dificultad de Enric para expresar sus sentimientos más profundos. El surgir viral de las hermanas despierta en Enric una añoranza por la infancia perdida. Estas hermanas, criadas en un entorno religioso fundamentalista similar al suyo, se convierten en faros que lo atraen. Enric, en esta nueva conexión, vislumbra la oportunidad de confrontar y redimir su pasado.
Así pues, bajo la mirada penetrante de los Javis, 'La Mesías' emerge como un poema visual, donde la luz del cine de autor español ilumina las sombras de la condición humana. En este lienzo cinematográfico, la figura materna se convierte en el núcleo que despierta las armonías y discordias del alma. Cada escena, como versos entrelazados, graba en la memoria colectiva los susurros de un pasado que se despliega con valentía. 'La Mesías' no solo cuenta una historia; canta una sinfonía emocional, recordándonos que el cine, cuando se sumerge en la confrontación y la verdad, se convierte en un poema que perdura en el eco de nuestras almas.
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