En su obra La experiencia totalitaria, Todorov afirma que los regímenes totalitarios del siglo XX revelaron la existencia de un peligro hasta entonces insospechado: la manipulación completa de la memoria.
Muchos son ya los que piensan que memoria e historia van cogidos de la mano. No hay mayor error. La memoria se tiene, es algo que el individuo posee y que se ve afectada por sus percepciones pues es selectiva, mientras que la historia se sabe, se conoce y se estudia. No obstante, es común ver estos términos mezclados, unidos como si fuesen uno, como si estos fuesen sinónimos. Incluso los que critican la mal llamada ley de memoria histórica se atreven a mezclar dichos términos. Pero la historia no tiene memoria.
Ahora, la historia está siendo perseguida por aquellos que quieren cambiarla, modificarla, como si eso fuese a cambiar el pasado. Los libros de texto se vuelven aparatos ideologizados y se transforman en pura propaganda revisionista. El postmodernismo ha llegado a las aulas, y está vez viene para quedarse. La memoria, aquella que algunos tienen, se sobreimprime a los acontecimientos, a los hechos, para satisfacer las políticas de un gobierno que se impone a todos y a todo. Los que antes eran enemigos, ahora son amigos. Los que una vez se atrevieron a secuestrar y a matar a sangre fría, ahora son socios de gobierno. Y mientras, la historia se va borrando y la memoria se va imponiendo.
Mientras los abusos de la memoria, aquellos de los que hablaba Todorov, se apoderan de los colegios, institutos y universidades, nosotros seguimos estudiando, investigando. Como decía Antonio Escohotado, "La verdad se defiende sola. La mentira necesita ayuda del gobierno".
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