La política se ha convertido, lamentablemente, en una partida de cartas donde el político debe convencer a sus votantes de que en sus manos guarda un póquer cuando tan solo tiene una pareja de ochos. La disociación entre ética y política ha llevado a los embusteros a la cima y a los honestos al desinterés por hartazgo. Ya no importa lo que uno defiende, sino cómo lo defiende. Para ganar la partida, el político debe ser experto en comunicación. Debe saber venderse a unos votantes tan carcomidos por los populismos que buscan en sus representantes a los personajes más excéntricos y alarmistas. Porque hoy en día, el votante quiere titulares, no argumentos. Al final, cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
El mundo avanza cuando el político duerme, sí. Pero ¿qué pasa cuando el mundo duerme y el político avanza? Largos han sido los silencios del electorado que, mientras los políticos avanzaban y el mundo dormía, observaban eufóricos una pelota que a duras penas conseguía darles alegrías. Resulta que Sigmund Freud tenía razón. Únicamente existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra es serlo.
Delito de sedición, delito de malversación, renovación del CGPJ, todos estos términos fueron enterrados bajo una pila maloliente de deportismo rancio y falsas ilusiones. El camino estaba despejado para un Gobierno con muchas deudas y poco tiempo para saldarlas. El derecho, la ley, ha caído rendida a una administración que lo moldea a sus necesidades sin pensar en sus consecuencias. ¡Qué bonito es vivir en la ignorancia! Parece que nuestro presidente no quiere recordar que el derecho no puede ponerse al servicio de un poder político auto referencial que no persigue el bien común de la sociedad. Ya lo decía el poeta griego Hesíodo: “Mas el que ni el desvío lo entendiere, ni tomare del docto el buen consejo, turbado terná el seso, y mientras fuere, será inútil en todo, mozo y viejo”.
Ahora surgen las quejas, los gritos y los llantos. Los medios han vuelto de su letargo sueño y se han encontrado un panorama político distinto. El pueblo, iluso, no entiende lo que está pasando, pues la actualidad se le escapa de las manos. Ahora toca ponerse al día, retomar lo que se había dejado inacabado. Intentar ser ciudadanos bien informados, porque aún hay esperanza. Siempre conviene recordar que la mentira es el arma del cobarde. Y el cobarde, tarde o temprano, es vencido. Qué gran favor el de Marruecos, que, con tan solo unos penaltis, consiguieron despertar a todo un país. La derrota no podría haber llegado en mejor momento. Qué gran victoria la del mundial. ¡Viva Marruecos!
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